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Alexis L. Leroy Medio Ambiente

Los manglares: de pantanos despreciados a salvadores del planeta

Lea aquí la columna de opinión de Alexis L. Leroy, fundador y CEO de ALLCOT.

Por: Alexis Leroy, fundador y CEO de ALLCOT

“A los seres humanos no nos gusta estar metidos entre lodo porque nos parece que además de tener un olor peculiar es una fuente de desarrollo de insectos, moscos, mosquitos. Por eso no nos parece adecuado mantenerlos y por eso hemos tratado, en lo posible, de acabar con los manglares, lo cual es un gravísimo error”, explica María Claudia Diazgranados, coordinadora del programa marino en Conservation International.

Por esta forma de pensar, el planeta ha perdido la mitad de los manglares y con ello una de las formas más eficientes de controlar el cambio climático y de evitar grandes desastres naturales, que ponen en riesgo la supervivencia de mil millones seres humanos, que viven de estos ecosistemas costeros.

Hay varios tipos de bienes y servicios ambientales derivados del manglar, y Fabio Arjona, Director Ejecutivo de Conservación Internacional los explica así: “frente a cambio climático en términos de la protección que brindan de los fenómenos asociados como la erosión costera. Además, los manglares retienen hasta cinco veces más contenido de carbono que el bosque terrestre y son grandes proveedores de alimentos.

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Es decir, los manglares tienen una capacidad maravillosa para servir como lugares de crianza de las especies de peces que consumen las comunidades, a lo que se suma que representan la sabiduría ancestral y cultural. No solo protegen a las sociedades como conservadores de creencias y de espiritualidad, un ejemplo de eso es ocurre en Cauca, -en Colombia- donde consideran que la restauración del manglar es a su vez la restauración espiritual.

Entonces, no solamente es un valor asociado porque nos ayudan a mitigar los efectos de cambio climático por la cantidad de carbono que retienen en sus sedimentos, sino que también son muy poderosos en términos de adaptación, la protección de huracanes y de la erosión costera”.

“Los efectos adversos del cambio climático constituyen una grave amenaza para las comunidades locales que viven más cerca de las zonas marinas y costeras”, advierte Modou Thiam, coordinador de proyectos de Soluciones basadas en Naturaleza y Afolu de ALLCOT en África.

“Esas comunidades en su vida cotidiana dependen esencialmente de las actividades pesqueras basadas en el ahumado del pescado, y su localidad sigue siendo vulnerable a la erosión costera. La erosión costera provoca el desplazamiento de la línea de costa, la destrucción de la vegetación costera y la salinización de la tierra y las aguas subterráneas. El avance del mar en el continente puede tener enormes repercusiones en la vida de las personas, en los recursos vegetales y animales e incluso en la economía local”, dice Modou.

Y así como en las cosas de África ya se sienten los efectos del cambio climático y las consecuencias de la deforestación de los manglares, los campesinos del pantano de Centla en Tabasco México, sufren consecuencias similares, como lo describe Francisca Alvarado, una habitante de esta zona: “Nos han pegado más y más los temporales, las crecientes, las siembras de maíz y otros cultivos los perdemos, ya no hay pesca y las olas de calor son muy fuertes porque no tenemos vegetación y no tenemos cómo defendernos”.

Según José Warman, Socio fundador y Director General de Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable -ENDESU- los pantanos “son los hígados y los riñones de los sistemas de los ríos, reciclan el agua, alimentan numerosas especies de interés económico como el camarón, ayudan en el cambio climático, detienen huracanes y sin embargo la mitad han sido gradualmente deteriorados”.

La falta de conocimiento sobre los servicios ambientales que prestan los manglares son la causa de la deforestación de estos ecosistemas. Por eso, organizaciones como ENDESU en México tienen la tarea de generar conciencia en las comunidades y enseñarles técnicas de recuperación de los manglares.

Sobre las comunidades, Fabio Arjona dice que “es clave entender que sin las comunidades no hay acciones de restauración, ellos son los usuarios de los recursos naturales y los que de primera mano pueden ayudar a salvar un ecosistema. Es simple, sin el apoyo e involucramiento de las comunidades, sin que sean partícipes de manera efectiva, entendiendo por qué estamos restaurando y para qué, sabiendo que lo que están haciendo tiene impacto para la comunidad y para el mundo entero, no sería posible lograrlo.

Si planteas un proyecto de restauración y de conservación de manglares sin comunidad no estarás haciendo absolutamente nada, ellos son los que están en el terreno y pueden liberar los tensores. Hay que tener muy presente que restaurar manglares no es ir sembrar la plántula y tomarse la foto, no, es hacer todo el análisis de lo que está pasando ahí, el contexto territorial y social, cuando entiendes, sabes lo que se puede mitigar por parte de las comunidades y denunciar cuando sea necesario”.

Ahora, los seres humanos entendemos el valor de estos ecosistemas costeros. María Claudia Diazgranados sueña con que “ojalá todos, cuando lleguen a un manglar, entren en el barro y cuando sientan ese olor, sepan que es algo que le va a permitir luchar contra el cambio climático”. Ella asegura que los manglares y el carbono azul están de moda, “todo el mundo quiere hablar de carbono azul, de economía azul, y eso sirve mucho. La mejor manera de conservar esos ecosistemas es darles el valor a los servicios ecosistémicos que prestan, hablar en términos económicos y poder entrar en esos escenarios donde se buscan diferentes alternativas para buscar financiación para esa conservación de esos servicios ecosistémicos”.

Un ejemplo de generación de valor de estos ecosistemas es Vida Manglar, un proyecto de carbono azul que desarrolla Conservación Internacional con otras organizaciones en el Golfo de Morrosquillo, en Colombia. Gracias a ese proyecto, Diazgranados asegura que han comenzado a “hablar un lenguaje distinto, entrar en un proceso de mercado global del carbono y con el dinero que se recoja hacer esas acciones tanto de conservación, como de restauración de los bosques y al mismo tiempo ofrecer co-beneficios a las comunidades usuarias de esos servicios”.

Y las comunidades también han descubierto que existen formas más sostenibles de vivir en zonas cercanas a los manglares, así lo entiende Rosa María Carrasco, líder del Ejido El Palmar en Tabasco México, quien concluye que “aunque en los pantanos de Centla no hay mucha productividad agrícola o ganadera, gracias a las capacitaciones y los proyectos de reforestación que han desarrollado, se dieron cuenta que los pantanos sí tiene un gran valor, que les va a servir a ellos para seguir adelante, para producir oxígeno y salvar el planeta”.

Como conclusión, no queda duda que conservar y recuperar los manglares es una de las formas más eficientes de mitigación y adaptación al cambio climático y que para que los proyectos de carbono azul sean eficientes, deben tener triple impacto: económico, es decir que el proyecto debe tener el tamaño adecuado para que sea rentable y tenga impacto ambiental; social: porque las comunidades deben estar involucradas en la toma de decisiones y recibir beneficios económicos y ambiental: que implica hacer los estudios técnicos para garantizar la supervivencia del manglar en especial en los lugares que se están viendo afectados por fenómenos climáticos como la erosión costera.

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